lunes, abril 03, 2006

MIGRACIÓN ILEGAL A EE.UU. "

April 3, 2006 4:05 a.m.

Por Joel Millman
The Wall Street Journal

SÁSABE, México—En Estados Unidos acaba de arrancar la primavera, la época del año en que los estudiantes universitarios de ese país viajan en masa a las playas de Cancún… y los jóvenes mexicanos llegan en masa a la frontera con EE.UU.

"He estado viniendo desde 2001", confiesa Alejandro Ramírez, mientras observa este diminuto pueblo repleto de pensiones baratas, lugares para comprar tacos y bares ruidosos al sur de la frontera con Arizona. "Si está en busca de un lugar para cruzar, este es el mejor que conozco", dice este trabajador de la construcción de 27 años, original de Veracruz. Ramírez parece contento pese a haber pasado una gélida noche a la intemperie sobre una bolsa de plástico negra como sábana.

Su presencia aquí en esta época del año no es accidente. El cruce de la frontera también tiene su temporada alta y su temporada baja. Desde inicios de febrero a mediados de abril, según las estimaciones de funcionarios mexicanos y estadounidenses, cerca de 200.000 jóvenes cruzan por este lugar, cerca de dos terceras partes del tráfico anual de inmigrantes que pasan por Sásabe. Según observadores a ambos lados de la frontera, la población de este lugar llega a 10.000 habitantes durante las semanas de mayor tráfico, más del doble que lo normal.

En Sásabe, los más experimentados se contactan con viejos amigos para hacer el viaje al norte. Muchos pasan el resto del año juntos en EE.UU., habitualmente trabajando en las mismas construcciones, restaurantes o granjas. Quienes vienen por primera vez llegan con referencias de parientes que recomiendan a guías confiables que han ayudado a conocidos a cruzar la frontera.

Una gama de emprendedores locales ofrecen toda clase de servicios para los inmigrantes, desde guías especializados en cruzar la frontera a hospedaje y abarrotes baratos.

"Tenemos guantes, calcetines, mochilas... y muchachos. Lo que necesite", grita Elías Flores, abriendo las puertas de su desvencijada camioneta delante de un grupo de hombres que tiritan de frío.

La mayor parte del año, este vendedor de 49 años trabaja en las calles de Nogales, Sonora, vendiendo limonada y churros. Usando una visa temporal, llamada láser, Flores cruza diariamente a Nogales, Arizona, para comprar de mayoristas coreanos los productos necesarios para cruzar al otro lado de la frontera. Cobra US$4 por un par de guantes y US$10 por las mochilas y los pantalones. "En un buen día, puedo ganar unos US$300", dice.

Edmundo "Mundo" Gamez es uno de los muchos residentes locales que han transformado sus hogares en pensiones. En torno a un patio pelado, ha construido 12 diminutas casetas de ladrillo, cada una con un colchón. Cobra US$5 por cabeza por noche por espacios que distribuye por turnos. Más de 100 huéspedes comparten un baño.

"Se crían las vacas gordas cuando se puede", dice Gamez encogiéndose de hombros, mientras dos empleados ingresan botellas de agua envasada a su negocio. Agua, artículo esencial para el cruce por el desierto, frecuentemente es el único "equipaje" que los emigrantes llevan.

Sásabe se ha convertido en un destino disputado debido, en grande parte, a las operaciones estadounidenses de patrullaje en la frontera. Durante la última década, el reforzamiento de las redadas como la llamada Operación Guardián (Gatekeeper) — que tiene como meta bloquear las rutas de inmigrantes ilegales en las ciudades fronterizas de Tijuana, El Paso y Laredo— prácticamente han cerrado las puertas para los ilegales a lo largo de la frontera con California y Texas, empujando el tráfico migratorio hacia el corredor sur de Arizona. Sásabe, que está a 112 kilómetros al sur de Tucson, es actualmente el punto más movido de esa nueva corriente.

El viaje de un emigrante frecuentemente empieza en el interior de México, en estados sureños pobres como Oaxaca, Veracruz y Puebla, históricamente de dónde se origina la mayoría de los trabajadores mexicanos en EE.UU. Los viajeros pagan US$200 por vuelos nocturnos a la capital de Sonora, Hermosillo, y otros US$30 por un lugar en una camioneta que los lleva a la frontera en un viaje de tres horas.

La logística del cruce es complicada y peligrosa. Los emigrantes se organizan en equipos y contratan coyotes para que los guíe en la ruta. Luego de apilar sus clientes en camionetas, los coyotes se dirigen a carreteras polvorientas y poco patrulladas paralelas a la frontera.

Después de alcanzar un buen punto —digamos, donde la cerca de alambre de púas es baja— los guías lideran el camino a través de barrancos y lechos de río, donde los emigrantes tienen mejor posibilidad de no ser detectados. Desde ahí, los mexicanos empiezan la difícil marcha por el desierto, que puede alcanzar hasta unos 80 kilómetros. En algún punto, pueden reunirse con otro guía, quien arregla el transporte hacia el destino final.

El precio cobrado actualmente por los coyotes está en cerca de US$1.200 por persona para llegar a Phoenix o Tucson. Los mexicanos que no tienen esta suma intentan reunirse con otros emigrantes dispuestos a cruzar el desierto por cuenta propia.

Martín Bravo, de 36 años, pasó por Sásabe camino a un trabajo de construcción al que está retornando en Albany, Nueva York. "Acá es más peligroso, pero aún es el lugar más fácil para cruzar", dice. Los peligros físicos de cruzar al desierto son mucho mayores en esa región que en las cercanías de Tijuana o del Río Grande. Pero sale más barato. "En Tijuana, un coyote me cobraría unos US$1.500", dice.

No hay ninguna garantía de que el cruce sea exitoso. En diciembre, la Patrulla Fronteriza dice que detuvo al día en promedio 571 mexicanos intentando cruzar la frontera en las cercanías de Sásabe. Los arrestos subieron a 1.071 por día en enero, a 1.530 en febrero y alcanzaron 2.000 en marzo.

Cerca de 23% de los mexicanos encarcelados ya había cruzado la frontera antes. A la mayoría de los indocumentados se les toma las huellas digitales y luego son deportados de vuelta a México desde Nogales, Arizona. Frecuentemente, retornan a Sásabe para intentar cruzar la frontera una vez más.

El tráfico de emigrantes alcanza su mayor auge el domingo de Pascua, que este año es el día 16 de abril. Después de esa fecha, ya se da por hecho que la mayoría de los puestos de trabajo están ocupados. A principios de junio, las temperaturas del desierto de Arizona superan los 35 grados y pocos se aventuran a cruzar.

Hacia finales de año, las masas regresan al sur, especialmente en diciembre, a medida que los emigrantes — un 75% varones— dejan sus trabajos en EE.UU. para reunirse con sus familias para los feriados de Navidad. Jóvenes vuelven a México para casarse y trabajadores mayores para visitar a sus hijos que crecen lejos de ellos. Luego, con una regularidad que pocos en EE.UU. parecen notar, los mexicanos empiezan a volver en marzo, normalmente después de la temporada de siembra agrícola en México.

Ramírez, el emigrante de Veracruz, viaja este año con su mujer, hija y cuñada. Él calcula que el viaje le costará cerca de US$10.000, suficiente para pagar al coyote y los pasajes aéreos hasta Nueva Jersey, donde lo espera un trabajo en construcción. Pero en un arreglo que es común, Ramírez paga al coyote solamente una parte. El empleador de Ramírez debe pagar el resto.

Ramírez dice que no está seguro si volverá a México para la Navidad este año. Como muchos otros, está considerando quedarse permanentemente en el Norte.